Participé y seguí el movimiento 15M con mis fotografías desde la primera manifestación del 15 de mayo de 2011 del que el movimiento tomó su nombre. «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros» era el lema de aquella primera manifestación: se denunciaba el bipartidismo -PP$OE-; se clamaba contra la corrupción, tanto la convencional –«no hay pan para tanto chorizo»– como la ideológica, especialmente la de un PSOE explícitamente vendido a la banca y la gran empresa; se gritaba contra la troika -Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional-; se pedían medidas efectivas contra el cambio climático y la destrucción de la naturaleza, pues sin un cambio pronto y radical no habría futuro; se exigía una «democracia real» y el fín de los desahucios en un momento en que eran miles las familias a las que se expulsaba cada mes de sus hogares sin más delito que el de haber perdido sus fuentes de ingresos por culpa de una crisis de la que ninguna de ellas tenía culpa, y con un gobierno que se decía y aún se dice «socialista» en el gobierno.
¿Qué ha cambiado desde aquellos días? No hay duda de que seguimos siendo poco más que una mercancía en manos de políticos mercenarios y banqueros sin escrúpulos. Sin ir más lejos recientemente un banco como el Santander -que dice tener miles de millones de euros de beneficio cada nuevo balance de cuentas- anunciaba un ERE por el que va a despedir a más de 3.000 trabajadores. Se sigue desahuciando a familias, incluso allí donde gobiernan los llamados «ayuntamientos del cambio». Por cierto, ¿hace cuántos años que no escuchan hablar de la Troika ni de la injusta y antidemocrática actuación del BCE, de la Comisión Europea o del Fondo Monetario Internacional?
En cuanto a la «lucha contra el cambio climático» o el «freno a la destrucción de la naturaleza», las medidas que se han adoptado desde entonces son, en general, puramente cosméticas y -a la luz de los hechos-, claramente insuficientes. Los efectos del cambio climático se van sintiendo y acelerando en diversas partes del globo. Mientras, la deforestación continúa a un ritmo sobrecogedor, más o menos el tamaño de Bélgica de bosques primarios destruídos para siempre cada año, y la pérdida de especies animales en cantidad y calidad avanza sin freno en paralelo e inevitablemente a esa destrucción de los habitats naturales.
¿Y acaso es verdad eso de que «hemos terminado con el bipartidismo»? No lo parece. La derecha simplemente se ha fragmentado en varias opciones, marcas blancas financiadas y promocionadas por el mismo régimen (del 78 para más señas) con las que se aparenta un «cambio» ante un electorado de derechas también a su manera «indignado» pero que sólo sirven para eso, renovar las caras, aparentar la diferencia pero manteniendo las mismas políticas. Se dirá que por la izquierda, en cambio, la entrada de Podemos -autodenominados «herederos del 15M»- sí que ha supuesto una «renovación» del PSOE y la entrada al parlamento de una voz más cercana a la representación del pueblo. Efectivamente eso pareció en un primero momento, pero son muchos los hechos que prueban que el paso por las instituciones no ha sentado nada bien a aquel Podemos que empezó denunciando a la Troika y a un PSOE rendido al neoliberalismo y que ahora a lo más que aspira es a servir de muleta a ese cáncer para la izquierda en España que se llama PSOE.
«Nos quitaron tanto que también nos quitaron el miedo», decía una de las muchas pancartas que sacaba la gente en las manifestaciones del 15M. Nada ha cambiado en lo esencial desde entonces. Pero con esta reciente operación del régimen del «miedo a la ultraderecha» además de ayudarse a restaurar al PSOE nos han querido restaurar también el miedo del que hablaba la pancarta. Yo sólo espero ya que el miedo no nos nuble la memoria ni la razón.